Bienvenidos terricolas!

martes, 11 de noviembre de 2008

Hambre y palo

LUJURIA

LOCURA

MAJESTUOSIDAD

Encontrose a nos (mi amigo y yo) en ese méndigo bar, sentados cerca de la barra para acceder fácilmente al alcohol y los snacks. Cuasi vacío, podían diferenciarse 6 ó 7 rostros, debido a la tenue luz del lugar, oscuro como un bosque invadido por una fría noche de invierno. La fachada del lugar, un poco desordenada, posiblemente reflejaba a la perfección la personalidad del dueño y las diferentes pero símiles características de los concurrentes. Su antiguo dueño, un hombre de 32 años, había muerto por una cirrosis hepática, debido a su terrible y condenada adicción al alcohol. El bar quedó a la venta, y un exhuberante personaje lo compró, y lo amuebló y personalizó tal cual él. Pocas mesas, unos sillones, lámparas bajas; el piso pegajoso me hacía creer que me tomaban por los pies y no permitían despegarlos del piso. Las paredes estaban algo vacias, pero podías encontrar algún que otro cuadro en blanco y negro, o algún escrito de algún poeta que por allí haya pasado. Pero había una pared iluminada que mostraba orgullosa una serie de dibujos sobre lienzo que hacían que el espectador, anonadado, abra su boca, portal de palabras y sonidos.
La espectral música cambió y se tornó chill-out, lo que hizo que nuestros organísmos (mi amigo y yo) se desplomaran en nuestros respectivos asientos y gozácemos de una deliciosa y helada cerveza.
Encontrose a nos (mi amigo y yo) envueltos en una cósmica atmósfera de pensamientos y discusiones; de convicciones e indecisiones; de ganja; de alcohol, y porque no, de mujeres; de lógicas e incoherencias. Todas esas dualidades nos reflejaban, como si un espejo omnisciente pudiese mostrar y describir el ambiente, la situación y los diferentes detalles de lo que estabamos pasando ahí.
A mi alrededor. A nuestro alrededor (mi amigo y yo), la gente interactuaba entre sí, como encerrados en una cápsula, sin permitir que otros interrumpiesen sus tan importantes actividades, algo monótonas y estúpidas para mi. Porque no observaban, no veían el otro mundo que había allí, un mundo apestado de detalles concisos. ¡Ignorantes! Ignoran miles de importancias, diminutas y descomunales. Ustedes, parva de burdos plebellos de lo superficial y lo efímero, ¡redescubran su interior y su exterior!.
Cuando ellos veían la batería armada en un improvisado escenario montado en el fondo del bar, lo único que veían era una batería armada en un improvisado escenario montado en el fondo del bar. Pero no observaban. Omitían, y descuidaban otras formas de ver. Un cuerpo de percusiones, cuna de sonidos envolventes en una nebulosa de armonías y violentos destellos de romanticísmo.
-Viste, está la batería armada en el fondo- le dije a mi amigo.
-Si, es lo que estaba por comentarte.
-Chicos, ¿vienen a ver a la banda o vienen seguido a este bar?.
Un extraño se había unido a la conversación. Le heche un rápido vistazo para analizarlo, y descubrí cierto carisma en su personalidad, ya que hablaba de una forma muy cortés y elegante, su mirada era amistosa y su atuendo era realmente parecido al de mi amigo. Ciertas rusticidades en el rostro generaban confianza, (por lo menos en mí) por lo que le respondí:
-No, en realidad venimos de vez en cuando. Hoy porque estaba todo cerrado. Y buen, ya que estamos, vamos a ver a la banda.
Otro tipo, un poco más hippie, pero con el mismo aspecto intelectual que el otro, agregó:
-Chicos, igual vamos a tocar diez minutos, no mucho más.
-No hay drama, lo vamos a disfrutar igual- señaló mi amigo.
El otro tipo tenía una barba espesa, y negra, como su largo cabello. Sus facciones reflejaban su ideología política tendiente al socialismo, tal vez al comunismo, e incluso hasta también podía ser un anarquista.
Inmediatamente, mi amigo pedía otra cerveza y yo vaciaba mi vaso de un solo trago. Esa era mi señal, aquella que indica que otra cerveza debe estar en camino. Y así fue. La mesera, una blonda con rasgos eslovacos, era tal vez más delgada que el envase verde. Creo que ambos (mi amigo y yo) deseabamos lo mismo: poseerla frenéticamente en un catre, desnudos y entregados a Venus, la diosa del amor.
La historia con la mesera fue un tanto extravagante: estabamos en una esquina, mirando guitarras, comentando y fumando ese alcaloide verde tan codiciado y carente esa noche. El colectivo doblaba en esa esquina, y al oirlo, ambos giramos, asustados tal vez por pensar que los cerdos azules venían por nosotros. Pero era claro que no vendrían, no eramos delincuentes. Miré el colectivo, y logré ver que una muchacha muy sensual y provocadora se bajaba. La vimos pasar, y su penetrante mirada incendió algo en mí. Mis ojos la siguieron hasta que se alejó. Pensaba en cuan linda era al mismo tiempo que el movimiento de sus caderas impactaba mi vista y me dejaba sin respiración. "Preciosa" dijo mi amigo. Esa "preciosa" era quien luego nos serviría la cerveza, y dejaría libre albedrío a nuestra imaginación, locos por pensar que esa infernal mujer estuviera a nuestra disposición a todo momento (eso dejaba abierta la cabeza a una serie de pensamientos sucios típicos del hombre argentino). Vertimos el contenido de la botella en nuestros vasos y brindamos por todo lo hablado, vivido en nuestros años de amistad. Rememoramos viejos momentos, reimos, nos entristecimos, y vivimos. Entonces, las luces bajaron un poco más, y una luz un poco más intensa se encendió detrás de la batería. El guitarrista, muy concentrado, enchufaba sus seis cuerdas, afinaba, y preparaba la disto. Lo que sigue es algo esquizofrénico, maniático, enfermo. Su música me erizaba, me sorprendía, me gustaba, me generaba repulsión. Dos hombres con telas totalmente negras (salvo el baterista, que cargaba una estrella roja en el medio de su máscara) que cubrían toda su cara hacían algo similar al ruido, pero estremecedor. Los continuos golpes de bateria y los extraños acordes de guitarra violentaban todas esas cosas indescriptibles que se movían por mi cabeza. Gritaban y adherían grabaciones de fondo, lo que hacían que me enloquezca más y más. Los miraba y miraba a mi amigo, y el me miraba, y los miraba, y los mirabamos. Pero ellos no. Ellos no veían a nadie. Sus máscaras se lo impedían. Freud diría que, inconscientemente, se tapan para no ver la realidad (algo así como esa nueva tribu urbana que acecha las calles de la ciudad, los emos). Yo creo que verdaderamente estaban locos, pero una locura "sana". Y también creo que su entusiasmo se transmitía al público (los seis desconocidos que los observaban). Era su show, y nadie los detendría. Luego de varias sesiones de electroshock musical, el silencio se hizo notar. Los aplausos y los agradecimientos se entrelazaban en el aire, en el suelo y detrás de la barra. Algo atónitos y desconcertados por el increible espectáculo que acababamos de admirar, mi amigo y yo intercambiamos una serie de mirada incomprensibles para alguien de afuera, pero que encerraban un mensaje que los dos entendiamos. Entonces, al cabo de unos minutos, ambos nos volvimos a mirar (luego de observar todo nuestro alrededor, y detener nuestra mirada en algunas personas del sexo opuesto) y entendimos que era el momento de partir. Pero la aventura siguió una vez abandonado el lugar, pero esa otra historia, y tal vez, alguna vez la oigan por mis nietos.

MARSHALL

AMISTAD (mi amigo y yo)

1 comentario:

rumordealas dijo...

1) el rolinga del paula, es churi y con belu y rresh dijimos que es igual porquie pusimos esa foto en el tp de periodismoXD
y otra cosa:
2) callaaaate revirgen (re: volver; virgen: virgen)

te amo más mi rulito cuasivirginizado(L)
y aguante jesús no, aguante pitu, que es dios=)


MELA & JUNI

Manucho / te quiero mucho. / Amigo: / estoy contigo.

Luca not dead